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Puede que, en cierta medida, el auditor, al igual que otros fedatarios públicos, se encuentre en determinadas situaciones atado por el aspecto comercial de su profesión y presionado en más de una ocasión por el cliente ¿no? Si alguien realiza mal su trabajo o es cómplice de desidias, si tiene que quebrar porque su seguro de responsabilidad no le cubra o ir a la cárcel, tendrá que asumirlo ¿sí? Pregunta el articulista: “¿Y si mañana desaparecieran los auditores? ¿Quién se encargaría de certificar la veracidad de las cuentas de las empresas?” Le pregunto: ¿Y si mañana desaparecieran los notarios, los jueces, los fiscales…? ¡Vamos! ¡A limitar las responsabilidades! ¡A ganar dinero! Y si hay algún problema ¡ah! ¡No soy responsable![2].
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[1] Leído en la pág. 35 de elconomista, 18/1/2007.
[2] Formato de texto modificado posteriormente. Fuente de la imagen.sxc.hu.