domingo, 23 de noviembre de 2025

Final Dulce para una Semana Amarga

Fuente de la imagen: Andresito Pedro Ximénez. Sitio vinopost (M. Velasco, 2025)
Hay semanas que son un campo minado de búsquedas profesionales interminables, noticias incomprensibles y una sensación persistente de ir siempre un paso por detrás. La que acababa de terminar era, sin duda, una de ellas. Al llegar a casa el viernes por la noche, no buscaba una cena copiosa ni una velada ruidosa; ansiaba la calma, el silencio y, sobre todo, un pequeño, pero justificado, placer. Y allí, en la frescura de la vinoteca, me esperaba el Andresito Pedro Ximénez (M. Velasco, 2025)[1], de Bodega Niño de la Salina y de la Denominación de Origen Málaga. Elegí este vino de Almargen porque necesitaba el contrapunto de su dulzura profunda, la promesa de una textura melosa capaz de acariciar el paladar y disolver la aspereza acumulada en la garganta durante cinco días de estrés. El color caoba oscuro, casi negro, que brilló bajo la luz suave del comedor fue la primera señal de que la ceremonia de la relajación había comenzado. Lo serví fresco, como recomienda la bodega, y lo acompañé únicamente de un pequeño trozo de chocolate negro (70% cacao), cuyo amargor sabía que honraría, y no opacaría, la complejidad del Pedro Ximénez.

El primer sorbo fue un bálsamo. Al contacto, el vino liberó su intenso torrente de sabores: una explosión concentrada de pasas e higos secos, seguida de matices más graves de café tostado y un sutil regusto a licor de avellanas. La dulzura era, sí, poderosa, pero la acidez (necesaria en un Pedro Ximénez de calidad)[2] se encargaba de mantener la columna vertebral del vino recta y vibrante, impidiendo que el trago se volviera pesado. Era la antítesis líquida de mi semana: donde hubo aridez, el vino ofreció una untuosidad envolvente; donde existió tirsteza, me regaló un postgusto largo y reflexivo, que se quedaba en la boca invitando a la meditación. Cada minúsculo sorbo, alternado con el crujido amargo del chocolate, se convirtió en un acto de liberación, un punto y final oficial al caos vivido. En ese momento de quietud, con la copa en la mano, entendí la verdadera belleza de un vino dulce tradicional como el Andresito: un acompañamiento y una experiencia sensorial completa, indulgencia que transforma el laberinto en refugio personal, recordándome que, incluso después de una semana complicada, puede existir un final deliciosamente dulce esperando.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2025). Andresito Pedro Ximénez. Sitio vinopost. Visitado el 23/11/2025.
[2] El vino Pedro Ximénez se elabora a partir de uvas que se han pasificado al sol (el proceso de "asoleo"). Esto concentra enormemente los azúcares (superando habitualmente los 400 gramos por litro) y también todos los demás componentes, incluidos los ácidos. Sin embargo, la percepción dominante es el dulzor extremo. Si ese dulzor no tiene un componente ácido que lo corte o compense, el vino sería plano, pesado y empalagoso.