domingo, 7 de mayo de 2017

¡Aquella brizna!

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
En este primer domingo de mayo, día de la madre, en recuerdo de mi progenitora, quiero dejar rastro en este sitio de una planta que desde pequeño soy consciente de su acompañamiento y cercanía. Rezuma en la cabeza los requerimientos de la ascendiente: “Manolo, tráeme una brizna de perejil”. ¡Ay! ¡Brizna emocional! Y el hijo iba a la maceta, arrancaba un tallito de aquella planta de muchas hojuelitas verdes y se lo entregaba a una de las personas que más quiso en su infancia. La señora cortaba una hojita y se la daba al niño, invitándole a que se la comiera. Te dejo la instantánea de un manojo, presente de Alonso (Gracias), cultivado en su huerto.

Se lee que el perejil, natural del Mediterráneo oriental, ya era utilizado por los griegos como aromático para sus comidas y medicinal para sus males, ya fuera para disciplinar la hipertensión, regular el flujo sanguíneo, destierro de toxinas, alivio de la artritis u otros remedios. Dice Carlos Arguiñano que es como una farmacia, porque cura más de cincuenta enfermedades. En cuanto a su conservación, dada su presentación, en manojos más o menos generosos, últimamente los excedentes los pico, extendiendo los trozos en una bolsa de plástico y los congelo, de forma que voy consumiendo a demanda durante varios meses.

En relación a la gastronomía, mi madre lo utilizaba para los caldos de pescado, sopas, pero también en ensaladas y un plato a base de patatas cocidas, ajo y perejil, que estaba de rechupete. Dicen que es mejor comerlo crudo, porque es cuando alberga todas sus propiedades alimenticias y medicinales, pero también me gusta espolvorearlo en los pescados a la plancha, almejas, carnes e, incluso, en el arroz. En mi país, es famosa la televisiva costumbre del cocinero Arguiñano. A continuación, te dejo un vídeo, alojado en Youtube, cortesía de Canal Nostalgia, con un el perejil y el cocinero. Fuente de la imagen: mvc archivo propio.