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Desde George Orwell y su burro Benjamín en “Rebelión en la Granja”, hasta Esopo y sus fábulas, pasando por “Platero y yo”, Sancho Panza y
su “Rucio”, Lucio Apuleyo y su “Asno de oro” o “Los Músicos de Bremen”, sin
olvidar referenciar el animal que encarna al Partido Demócrata de los Estados
Unidos o las múltiples referencias en las Sagradas Escrituras, como el
profetizado asno que acompañó al nacimiento de Jesús de Nazaret, la huida a
Egipto o la llegada a Jerusalén montado en un burro, el caso es que este animal (Equus africanus asinus),
a tenor de la sabia cultura popular, ha tenido un papel lleno de inteligencia
en la historia de la Humanidad.
Probablemente, la alegoría de simpleza que se le atribuye
en algunos casos, se deba a fábulas como la del flautista de Iriarte, a la historia de Pinocho y
los niños convertidos en asnos o a los “Sueños de una noche de verano” de
Shakespeare, pero ayer me quedé ensimismado observando a una burra, con barriga embarazada, paseando a los niños en un centro hípico y se me vinieron a la
mente muchas significaciones, similitudes y sentimientos, pero ninguno
relacionado con la presunta ignorancia que se le imputa a este ser. Te dejo una
instantánea de la susodicha, deseando sea feliz con su futura descendencia.