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Atrás quedaron esos mastodónticos equipos informáticos y
redes físicas que costaban una millonada incorporarlas y otro tanto mantenerlas, por no hablar de los sistemas operativos, las licencias… ¡Uf! Se me ponen los
pelos de punta nada más pensarlo. Hoy, realmente mi sistema operativo es la
configuración por la que accedo a Internet y paulatinamente voy incorporando
trabajo a la nube y utilizando programas de la nube, como Office de Microsoft,
si bien, tal vez por perro viejo, sigo manteniendo el procesador de texto y la
hoja de cálculo en el equipo ¡Por si las
moscas! No cabe duda que la precaución, aunque sea inconsciente, sigue estando
ahí.