Fuente de la imagen: archivo propio |
Ya llevamos ciento un días de este año y no levantamos cabeza. Me di cuenta por el contador de post de este blog, que ayer registraba cien escritos y hoy, con éste, uno más. Pasa el tiempo y seguimos metidos en el saco sin fondo de esta crisis que nos ahoga. En esta mañana de abril, me tomo la libertad de desahogarme contigo. Y es que por mucha teoría y especialización económica que mi cerebro haya recibido en los años mozos universitarios, o no estudié lo suficiente o esto no lo entiende nadie, por lo que sigo sin concebir las medidas adoptadas por los gobiernos de turno y el perenne alejamiento de los resultados pretendidos.
Vale que las cuatro últimas legislaturas son responsables de este desaguisado y están por ver los resultados de las cuestionadas medidas de la actual, pero de ahí a la búsqueda de culpables por parte de algunos medios de comunicación, adentrándose en los albores de la democracia española, hay un trecho. Por otro lado, un ciudadano de a pié (que mal suena la frase para este tema), no entiende como en Grecia, Portugal, España… no se dejan quebrar a las entidades financieras, como sucedió en la crisis financiera de Islandia. Si son sociedades anónimas. Dicen. Y, la verdad, cuesta explicar lo difícilmente explicable.
De acuerdo que el tamaño y la población de Islandia no es la de España, pero las leyes mercantiles son las mismas ¿No? Me preguntará. El caso es que, según los analistas, tres años después del colapso de los bancos islandeses, la economía de la isla se recupera y se erige como una prueba de que los gobiernos, en lugar de rescatar a estas entidades, deberían dejarlas quebrar y proteger a los contribuyentes (fuente: Eleconomista.es). Mientras tanto, tendremos que actuar de equilibristas, como el de la foto, que me la hicieron hace unos años, en mi peregrinaje por las iglesias del románico palentino (España). Si quieres más instantáneas, clickea AQUÍ.