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Sin embargo, mi, espero, transitoria falta de fe en esa ética, moral o dogma milenario, no es por la acción de estos presuntos falsos predicadores y practicantes, que en algunos casos hasta tienen relativo éxito y logran embaucar con su palabrería al resto de los mortales que se dejen enredar. La mala interpretación, una vez más, es solamente de mi única incumbencia, porque me dejo llevar por el mal sabor de esas experiencias y meto en el saco a todo el respetable y antiquísimo conocimiento asiático.
Parafraseando a Parthasarathy: solo yo soy el arquitecto de esa opinión negativa o, por el contrario, de un juicio equilibrado, digamos proactivo. Todo esto te lo cuento porque ayer, al final de la tarde, un contacto me estuvo dando la vara durante cerca de una hora, sobre la importancia en la gestión empresarial de esa energía trascendente, incorpórea e inconmensurable, que se deriva de los actos buenos de las personas y que me atrevo a denominar “karma propicio”.
Debo dar la razón a mi interlocutor. Si los profesionales, los ejecutivos, las empresas, asumieran un enfoque directivo holístico, resumido por Aristóteles en su metafísica, otro gallo cantaría. El holismo enfatiza la importancia del todo y la interdependencia y trascendencia de todas sus partes, desde los accionistas, hasta el medioambiente, pasando lógicamente por los colaboradores y colaboradoras, los clientes, los proveedores y la propia sociedad: mercantilismo holístico, me aventuro a catalogar (fuente de la foto: imagenes-gratis.net). Imagen incorporada posteriormente; fuente: Alexandra_Koch en pixabay.