Fuente de la imagen: archivo propio |
Buenos días. En esta hora del alba, permíteme que te traslade un mensaje que me ha estado martilleando parte de la semana pasada y durante todo el fin de semana y que se resume en las siguientes palabras: bankero, bankera, bankia. Ayer, después de deleitarme con el primer puesto de Fernando Alonso en el Gran Premio de Silverstone (Gracias, Fernando) y ver los patrocinios una y otra vez en la pantalla, me hicieron divagar en temas financieros.
Sí. Te dejo una foto del éxtasis que viví. ¿Qué hace un nacido en los aledaños de la Cueva del Gato ser seguidor de un piloto de Fórmula Uno? Eso mismo podría preguntarme. Si Fernando es un sufrido seguidor de este blog, desde hace unos años tendrá la respuesta. Volviendo al tema del post. Si vives en España y lees la prensa escrita y ves la televisión, te habrán apaleado, al igual que a mí, con los anuncios de presuntos líderes, conviviendo en sus ámbitos locales de actuación, comprar acciones de Bankia, la nueva banca.
La primera impresión que tengo es ganas de devolver (es decir, echar la pava). ¡Pero bueno! ¡Después de todo lo que ha pasado, por no hablar de los anuncios de Nueva Rumasa, y tienen la cara dura de solicitar invertir en un nuevo banco, Bankia! ¡Anda ya! Sin embargo, una vez saboreado el primer puesto de Alonso con un wiskyie sobre envejecido durante diez años en madre de vino de Málaga, reflexioné acerca de la propuesta publicitaria y llegué a la irónica conclusión que kafkianamente es la mejor inversión.
¿Cómo? Pues claro. Salvo la contigencia probalísticamente improbable del camino irlandés, que le exijan a las entidades financieras que apechuguen con el peligro, no existe riesgo, porque éste será asumido por el resto de curritos, sean éstos griegos, portugueses o españoles. ¡Hala! ¡No pasa nada! En todo caso ¡contingencia social! Porque ésta siempre estará descontada. ¡Ah ! No te preocupes por las agencias de calificación de riesgos. Éstas se encuentran presuntamente conchabadas con los que luego invertirán en las cenizas, inversión que tendrá que ser pagada por los de siempre. A buen entendedor...
¡La vida misma! Y nosotros perdiendo el tiempo en esa migaja de la subvención de turno que no nos llega porque la administración pública de turno, con independencia de su color político, no tiene presupuesto financiero para liberarla. ¡Ah! Mi ironía no puede más. Me espera una reunión laboral a las ocho y cuarto y necesito los cinco sentidos. Que esta semana te sea productiva.