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Acabo de enviar por e-mail un dossier profesional que me solicitaron ayer, entre paso y paso de semana santa. Me doy cuenta que en la carátula de presentación, debajo del nombre, escribo “titulado mercantil”[1]. Pregunto: ¿me avergüenzo del título de economista? Después de la última crisis, que todavía padecemos, las opiniones de estos profesionales se miran con escepticismo y se les imputa que no hayan detectado el horror económico y financiero.
Cierto que la mayoría de economistas "estaban en Babia", pero también es verdad que unos pocos especialistas importantes y un manojo del montón, entre los que me incluyo (prueba: lo escrito en este blog), predicaban en el desierto lo que se nos venía encima. Paul Krugman piensa que la mayor parte de la teoría macroeconómica de los últimos 30 años es “en el mejor de los casos, inservible, y en el peor, peligrosa”. Hace unos meses, se escribía en The Economist, Where economics went wrong[2], sobre la caída en desgracia de esta profesión.
Al final del artículo se expresaba la necesidad de un gran cambio de mentalidad, en el sentido de que los economistas deben ver más allá de sus especializaciones; los macroeconomistas deben entender de finanzas y los profesores de finanzas de las universidades y escuelas de negocio deben cavilar más en el contexto en que trabaja el mercado, pues los economistas son peritos sociales, que procuran deducir la realidad actual, la cual ha cambiado por la crisis financiera. En síntesis, lo que he expresado en varias ocasiones: “la garantía de una sociedad justa es una economía responsable” (Foto de un aspirante a perito social).
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[1] Realmente, debería haber puesto "Profesor Mercantil", equivalente de la Diplomatura en Empresariales.
[2] Where economics went wrong. The Economist, 2009. Sitio visitado el 03/04/2010.