Fuente de la imagen: avanzu en pixabay |
Por cuestiones protocolorarías, ayer tarde me tocó ejercer de anfitrión en la recepción oficial de un numeroso grupo de empresarios japoneses que, vía la embajada de su país, correspondieron con una visita al Museo del Vino Málaga, dentro de los actos previstos en su apretada agenda por la ciudad. Me tenías que haber observado como saludaba. Se me vino a la cabeza la imagen del, entonces, ministro de Exteriores español, Piqué, inclinándose continuamente ante el presidente Bush, en la escalinata del avión.
Mientras daba la bienvenida, todos rodeándome a prudente distancia, escuchaba la traducción simultánea de la intérprete y tímidamente, entre los destellos de las cámaras fotográficas, percibí la respetuosidad que se respiraba en el grupo. Finalizada la recepción, les invité a seguir la ruta establecida. Se les guió entre las colecciones, muestras, historia, galería, exposiciones y degustaciones. De vuelta a la oficina, caí en que el equipo cada vez avanza mejor, "cual samurái grupal".
Consideré un profundo respeto y admiración por la cultura japonesa, pero, sobre todo, me sentí feliz de pertenencia al equipo que había organizado el evento. Gracias, de nuevo, por el esfuerzo. Deseo haber estado a la altura que se merecen como mecanismo emocional de colaboración hacia la consecución de un objetivo común y, por supuesto, como personas (Kanji de la palabra samurái; fuente: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: avanzu en pixabay.