No voy a rememorar lo explicado en el post Destrucción creativa, sólo preguntarte cómo no puede haber deflación en los hinchados precios de la vivienda y en aquellos otros productos y servicios que cotizaban por encima de su relativo valor real. En mi opinión, a la deflación hay que temerla lo mismo que a la inflación, pero ¡por favor!, como resulta que pierden los promotores de los precios hinchados, pues hay que seguir, a pie puntillas, los dictados de tal o cual organización que, a lo antes muerta que sencilla, dice que antes de bajar los valores del producto, se los da a la entidad financiera. Más seriedad periodística. ¡Manuel, no seas utópico!, pensarás.
Cierto, que la deflación descentrada, al igual que la inflación desbocada, nos llevaría a un círculo vicioso. El ejemplo más claro de deflación es el vivido a partir del crack bursátil de 1929 y la Gran Depresión. Ejemplos de inflación los tenemos a espuertas. Se les achaca a los economistas que temen a la deflación más que al diablo. Se equivocan o tergiversan las personas que piensan o escriben en esa línea. Los que temen a la deflación más que al demonio son los chapuzas, especuladores, temporeros, políticos corruptos y advenedizos de cualquier sector, que no pueden manipular, trapichear y ajustar los precios de forma artificiosa o irreal. Que tengas una buena semana (gráfico del índice Dow Jones, después del crack de 1929; fuente: Wikimedia Commons).