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En momentos de mi vida laboral, me he encontrado con compañeros/as que sufrían porque pensaban que el empresario se estaba hinchando de ganar dinero a su costa. Alguno lo pasaba realmente mal. Los lunes por la mañana se le notaba una cara de avinagrado e, incluso, ciertos desaires velados para con las escalas superiores del bonito, encuadrado y estratégicamente localizado organigrama. La procesión la llevaba por dentro.
¿Una de las formas negativas de cavilar que más predomina en la oficina? Por eso me gusta comentar al equipo y, sobre todo, a las nuevas incorporaciones, acerca del valor de lo que aportamos y, también, del valor de los que invierten o se arriesgan con su capital; que hay que laborar pensando en el éxito de los demás, no solo en el suyo; que si el proyecto crece, uno también crece; que debemos ser generosos y proactivos; pasarlo bien en el tajo; etc.