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Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
Apuntaba el pensador liberal Isaías Berlín, en su libro “El zorro y el erizo”
[1], que estamos en un mundo en el que los planteamientos cerrados, unilaterales y patrimonialistas se compadecen poco con una sociedad abierta, en la que el diálogo, la integración y el escuchar a los demás han de estar siempre presentes para desarrollar iniciativas sociales. En este sentido, el llamado tercer sector, es decir, el de las asociaciones y fundaciones, juega una importante baza en la conjugación y el desarrollo de esos intereses colectivos, cuya jurisdicción y responsabilidad es todos nosotros, aunque en más de una ocasión miremos para el otro lado. En mi vida profesional, he tenido la oportunidad de participar en la creación y funcionamiento de varias organizaciones de este tercer sector.
De las últimas, resalto la colaboración en el diseño, constitución y puesta en marcha en 1999 de la,
actualmente llamada, Fundación Vértice, para ayudar a las personas con dificultades de acceso a la formación y las personas con riesgo de exclusión laboral. También, en el mismo año, participé en los prolegómenos de la fundación
de Tomás, Objetivo 1, que trabaja en pro de la atención de las personas mayores, con escasos recursos económicos, y necesidades especiales.
Antes de acometer un proyecto de promoción de una entidad de estas características, procuro realizarme preguntas del tipo: ¿Para qué? ya que al abrigo del “concepto social” se pueden esconder otros objetivos menos sociales y más lucrativos, desde la presunta desviación de costes de unas empresas a la organización, atenuación de la factura fiscal global de la agrupación de empresas, hasta las presuntas acciones fraudulentas y de extorsión, pasando por un cúmulo de actividades que caminan por lo alegal y que omito,
para no alargar este post. Por supuesto, es el fundador quien altruistamente asigna parte de su patrimonio a un fin general, pero ¡cuidadín! no nos olvidemos que los fondos de las fundaciones son públicos, por lo que su patrimonio no es de los patronos, sino garantía del cumplimiento de sus fines sociales (de alguna forma, se está hipotecado socialmente). Los fines legales de la fundación ciñen, estrujan y limitan la voluntad y la capacidad de acción del fundador. Por eso,
amigo, que no "se te vaya la olla" y pienses que todo es jauja. No, el beneficio no es tuyo. Los resultados de los fines que plasmes en la escritura fundacional serán de la sociedad
[2]. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.
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[1] Isaías Berlín. El zorro y el erizo. Editorial Weidenfeld & Nicolson. 1953. [2] Os dejo este vídeo de la Fundación Fedrico Ozanam, que lleva cerca de 27 años ayudando a los sectores más desfavorecidos de Zaragoza (subido a YouTube por aragontelevisión). Fuente de la imagen: sxc.hu.