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La información a nivel de función es demasiado global como para ofrecer una asignación exacta de costes, mientras que, por ejemplo, los informes a nivel de tarea constituyen un nivel demasiado localizado difícilmente controlable. Ello supone que la definición de actividades debe ser lo más exacta posible, realizada bajo unos requisitos y criterios que permitan cumplir este objetivo. Podemos[1] seguir manteniendo tanto la información global[2], pero catalogada como información complementaria a la documentación por actividades. Desde un punto de vista contable, las dos principales ventajas de la contabilidad por actividades consistirían en: permitir obtener un coste[3] preciso; y posibilitar una mejor percepción de las oportunidades para la reducción de costes y la mejora del rendimiento.
Antes de entrar en el estudio de cada uno de los pasos para la implantación de la gestión basada en actividades, se debe indicar que el orden en que se establecen dichos pasos y, dentro de cada uno de ellos, las actividades a desarrollar, no tienen por qué ser necesariamente cronológicas, puesto que, por ejemplo, el análisis de las actividades y de los procesos de negocio pueden irse definiendo de manera simultánea. E, igualmente, dentro de las tareas en que dichos pasos se dividen, puede suceder lo mismo e, incluso, la finalización de uno de ellos puede suponer una vuelta atrás para la redefinición de alguno de los pasos: por ejemplo, para definir las actividades debemos de tener en cuenta las posibles entradas y salidas de las mismas para determinar si están correctamente precisadas o delimitadas.
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[1] Y es necesario.
[2] Como la información a nivel de ejecución de tareas.
[3] Del servicio, producto o proyecto.