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Desde su intenso color rojo picota, el Etiqueta Amarilla barrunta una experiencia sensorial que continúa en nariz, con un perfil enredado y, a la vez, atractivo, predominando los aromas frutales, con notas de fruta madura que recuerdan a moras y ciruelas. A estas esencias se suman sutiles toques de madera nueva, que aportan complejidad y elegancia. Ya en boca, demuestra su estructura y equilibrio con una corpulencia o pujanza en armonía con suavidad y aterciopelado, vía sabores frutales que retoman su protagonismo, acompañados de notas especiadas y un final persistente que invitaba a seguir maridándolo con la exquisita tabla de embutidos[1].
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[1] Parte de este texto también se ha editado en el sitio vinopost, bajo el título “Juan Gil Etiqueta Amarilla”.