Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
Te dejo instantánea de uno de los jazmines que habitan en la “aspiración a jardín” que rodea el hogar. Ayer, su fragancia me transportó al campo de la niñez, rememorando el suave tarareo ininteligible de madre mientras lavaba la ropa en la acequia, con el frondoso jazmín comunicándose a través de cálida blancura y embriagador perfume. No sabría decirte la especie de entonces ni las de hoy, solo distingo su esencia. También, se viene a la mente el afligido poema de Lorca, “Casida del sueño al aire libre”[1].
Me tomo la libertad de transcribir algunas estrofas: “Flor de jazmín y toro degollado. Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba. La niña finge un toro de jazmines y el toro es un sangriento crepúsculo que brama. Si el cielo fuera un niño pequeñito, los jazmines tendrían mitad de noche oscura, y el toro circo azul sin lidiadores, y un corazón al pie de una columna”[2]. Este texto también se ha publicado en el sitio MUSIPOST, bajo el título "Casida del sueño al aire libre". Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Federico García Lorca. “Casida del sueño al aire libre”.