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Vía Juan Domingo, llegué a la entrevista que C. Fominaya realizó a José Antonio Marina en ABC, “Si quiere un hijo miedoso, protéjale y resuelva sus problemas”[1], sobre su último libro, “Los miedos y el aprendizaje de la valentía”[2], dirigido a padres y profesores. Dice Marina que los padres
tenemos que ver mucho en el miedo de nuestros hijos, con muletillas del tipo “No
hagas esto que es muy peligroso”, lo que provoca sensación de habitar en un mundo horroroso, por lo que es más seguro quedarse en casa. Apunta el filósofo que si
los padres quieren hijos miedosos y vulnerables, sólo tienen que protegerles, resolverles los
problemas y darles ejemplos de
cobardía.
Mientras leía el artículo, me acordé de una experiencia días
atrás con el querubín. Bajamos al pueblo para reponer existencias de gomillas, necesarias para la cadena de producción de pulseras (ver foto de una de ellas en
“A estas alturas”[3]), que ha montado en casa (te dejo una instantánea, en el
encabezamiento del post, de la fábrica). Semanas antes había
descubierto un nuevo comercio donde las bolsitas costaban veinte céntimos menos
y, claro, ¡La pela es la pela! Redujo costes y mantuvo los precios, con lo que
el margen bruto se incrementó. Esperé fuera del establecimiento. Salió con el ceño
fruncido.
A la pregunta, respondió que le parecía que la vuelta del dinero
entregado había sido más pequeña de lo que pensaba. Sugerí que de nuevo hiciera
la cuenta mentalmente. Efectivamente, le faltaban veinte céntimos. Recomendé que
se lo comentara al tendero. Puso cara de ángel y rogó que acompañara en la
gestión, porque le daba “no se qué”. Una parte de mi ser quería solventar el
entuerto ante el presunto timador de niños, pero hice caso a la otra. Le dije
que esperaba fuera y que decidiera si perder dinero o aclarar el asunto.
Después de un momento de reflexión, entró al establecimiento.
Pasado unos minutos volvió con un semblante de triunfo. El
empresario, proveedor de las valiosas existencias, le había explicado que ante
la avalancha de pedidos[4], subió el precio, pero que dada la fidelidad que había
demostrado al volver a comprar, decidió mantenerle el valor económico del anterior
aprovisionamiento y le devolvió la diferencia. Comenté que era
bueno que sintiera lo que sintió, síntoma de la hermosura que habitaba en su interior, pero que era mejor afrontar la situación como
la desafió, síntoma de maduración y avance en su camino de superación. “Gracias,
papi”. Concluyó.
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[1] Fominaya, Carlos. “Si quiere un hijo miedoso, protéjale y resuelva sus problemas. ABC. 2014. Sitio visitado el 18/04/2014.
[2] Marina, José Antonio. Los miedos y el aprendizaje de la valentía. Editorial Ariel. 2014.
[3] Velasco Carretero, Manuel. A estas alturas. 2014. Sitio visitado el 18/04/2014.
[4] Se ve que aquí Montoro no se equivoca con eso de que estamos saliendo de la crisis.