Fuente de la imagen: archivo propio |
En relación a una posible colaboración profesional y ante la insistente pregunta
de mi interlocutor acerca de dónde me veía en su organización,
le agradecí su deferencia profesional pero comuniqué que lo importante no era mi
contestación, sino dónde me veía él o, mejor, para qué actividades, tareas o
proyectos necesitaba mi perfil laboral. Evidentemente, si me hace una
proposición y no me complace o interesa, no se conseguirá el acuerdo, pero si
no tiene claro qué valor puedo aportarle, lo demás no sirve o no ayuda. Incómoda y, a la vez, honesta cuestión.
Si no se conforma claramente esa identidad profesional y el espacio
productivo en ese futuro mejor que se prevé con la incorporación, existen
muchas papeletas para que la relación laboral sea un fracaso o, en el mejor de
los casos, ni fu ni fa. En la alineación de esa identidad, la visión, la misión
y los valores de la organización son fundamentales, pero todavía tiene más peso
la sintonización continua del consejo de dirección con el ritmo productivo, la
detección específica a priori de necesidades o excedentes de capital humano y la
decisión en consecuencia.
Ya en el hogar, antes de visitar a Morfeo, quedaba el mal
sabor de que había cerrado una puerta a la oportunidad de trabajar en el mañana de la institución, pero también el relajante sentimiento de haber preguntado lo que tenía que
preguntar, que junto a la imagen de un vigoroso océano a mi lado, posibilitó un reparador descanso velado por el rumor y el aroma de las imaginarias olas (Fuente de la imagen: elaboración propia).