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Fuente de la imagen: magnetme en pixabay |
Espero que la futura ley de emprendedores que se está cocinando en mi país (el gobierno español la echó a la sartén el viernes) y que tengo mucho interés en
estudiar, haya sido sensible con aquellas personas que, “adultos/as mayores”, se
han visto obligadas a establecerse por su cuenta, o las mujeres profesionales y
empresarias, maltratadas del mercado, que a duras penas mantienen el tipo, ya
que a la bofetada del machismo reinante, se une la de la crisis.
Ayer estuve cerrando una cita para la semana que viene con
una profesional del Derecho. Apuntaba la dirección de su despacho cuando me
dijo que coincidía con su domicilio particular. Para tener un poco de empatía,
le dije que la crisis nos afectaba a todos, a lo que me respondió: “Bueno, la
crisis y también la familia: tres hijos de distintas edades. Tener el despacho en casa
me posibilita llevar adelante los distintos frentes profesionales y personales de forma distinta y mejor”. Indudablemente, a la mujer le es difícil conjugar la
actividad profesional con la familiar.
Según un estudio desarrollado por Mckinsey
en 2007[1], el 54% de las ejecutivas sénior
consultadas no tenían hijos, en comparación con el 29% de los ejecutivos. Mientras algunas madres trabajan medio tiempo o se aíslan del mundo laboral por
completo, son muy pocas las que permanecen en actividades aplastantes muy competitivas en sectores
tales como Estrategias, Finanzas, Operaciones o Comercialización, itinerarios laborales
habituales para ascender (Fuente de le imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: magnetme en pixabay.