miércoles, 17 de abril de 2013

Para cuando sea viejito

Fuente de la imagen: rvs/2013
En relación a la acometida desde hace un tiempo de nuevos frentes formativos, que irremediablemente influyen en mi actividad laboral y que configuran un nuevo estadio personal, ayer me decía un amigo que yo era “muy valiente” al tener tan claro ese cambio en el rumbo profesional.  Le escribí que “valiente” es un concepto que agradezco pero que me supera y no lo merezco. Pienso que la palabra que hay que utilizar es “necesidad”. Me explico.

Después de acometer a principios de los noventa la carrera de Psicología[1] y tiempo después más tarde Informática, hace un tiempo decidí afrontar los estudios jurídicos, al cruzarse en mi camino una metodología de trabajo que no era como la solitaria de la UNED, sino basada en on room y m-learningY de nuevo me animé, aunque esta vez por dos razones para mí de peso: como complemento a la licenciatura en económicas y, sobre todo, a la titulación mercantil de la diplomatura y porque cada día que pasa me doy más cuenta que voy a tener que estar trabajando hasta el minuto antes de que me vaya de esta vida. Por tanto es una necesidad y una póliza de seguro.

Por otra parte, Derecho me está aportando una segunda juventud mental, por el esfuerzo de entendimiento y de asimilación de conceptos que supone y las proactivas relaciones e interacciones con los docentes, alumnado y resto del equipo técnico. Se rumorea que en otras instituciones por "x euros y pico" podía tener el título en dos años o menos y sin ningún esfuerzo (estudiándose las preguntas tipo test y presentándose a los exámenes), pero además de considerar ese camino deshonesto con uno mismo, mi objetivo no es el título en sí, sino la formación y el reciclaje profesional y mental que me está suponiendo. 

Necesito estudiar de verdad y mirarme todas las mañanas al espejo. No me es fácil porque llevó décadas sin estudiar acometer proyectos formativos reglados, unido a que tengo que ajustar la agenda, reorientando mi actividad profesional y sacrificando tiempo personal, pero ahí ando, tomando decisiones que a los ojos de terceros pueden ser catalogadas de “valientes” o alocadas, pero que en verdad son necesarias para garantizar que mañana, cuando sea “viejito”, pueda seguir "trayendo carne a casa" (dibujo de mi cara, realizado por un peque de ocho años).
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[1] Me quedé atrancado con el idioma.