Fuente de la imagen: rvs/2013 |
En relación a la acometida desde hace un tiempo de nuevos
frentes formativos, que irremediablemente influyen en mi actividad laboral y
que configuran un nuevo estadio personal, ayer me decía un amigo que yo era “muy
valiente” al tener tan claro ese cambio en el rumbo profesional. Le escribí que “valiente” es un concepto que agradezco
pero que me supera y no lo merezco. Pienso que la palabra que hay que utilizar
es “necesidad”. Me explico.
Después de acometer a principios de los noventa la carrera
de Psicología[1] y tiempo después más tarde Informática, hace un tiempo decidí afrontar los estudios jurídicos, al cruzarse
en mi camino una metodología de trabajo que no era como la solitaria de la
UNED, sino basada en on room y m-learning. Y de nuevo me animé, aunque esta vez por dos razones para mí
de peso: como complemento a la licenciatura en económicas y, sobre todo, a la titulación
mercantil de la diplomatura y porque cada día que pasa me doy más cuenta que
voy a tener que estar trabajando hasta el minuto antes de que me vaya de esta
vida. Por tanto es una necesidad y una póliza de seguro.
Por otra parte, Derecho me está aportando una segunda juventud
mental, por el esfuerzo de entendimiento y de asimilación de conceptos que
supone y las proactivas relaciones e interacciones con los docentes, alumnado y resto del
equipo técnico. Se rumorea que en otras instituciones por "x euros y pico" podía
tener el título en dos años o menos y sin ningún esfuerzo (estudiándose las
preguntas tipo test y presentándose a
los exámenes), pero además de considerar ese camino deshonesto con uno mismo, mi objetivo no es el título en sí, sino la formación y el
reciclaje profesional y mental que me está suponiendo.
Necesito estudiar de verdad y mirarme todas las mañanas al
espejo. No me es fácil porque llevó décadas sin estudiar acometer proyectos formativos reglados, unido a que tengo que ajustar la agenda, reorientando mi actividad
profesional y sacrificando tiempo personal, pero ahí ando, tomando decisiones
que a los ojos de terceros pueden ser catalogadas de “valientes” o alocadas,
pero que en verdad son necesarias para garantizar que mañana, cuando sea “viejito”,
pueda seguir "trayendo carne a casa" (dibujo de mi cara, realizado por un peque
de ocho años).
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[1] Me quedé atrancado con el idioma.