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Te escribo mientras observo gotas de lluvia guindadas de una hoja de costilla de adán y fluyen a mi cabeza los versos de García Lorca:
"La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje"
Dice el refranero: “Mucha agua en la otoñada, poco trigo y menos cebada”. No tengo muchos recuerdos gratos de la infancia de este fenómeno atmosférico. Más bien todo lo contrario: recogiendo el ganado con los zapatos enfangados, frío, paraguas vueltos por el viento, truenos, cruces de sal del cabrero para mitigar la tormenta, desbordamiento del río e inundaciones, ropa mojada… También se escucha: “Otoño lluvioso, año copioso.”
A pesar de esas evocaciones, reconozco que me gusta la lluvia, por las palabras que apuntaba el poeta Federico: ternura, soñolencia, música, humildad, vibración… y por las escasas remembranzas en torno a la chimenea, escuchando leer a mi hermana mayor libros viejos de caballería y el sonido de la lluvia envolviendo el relato, después de una sobria cena y en el preludio del recostarme en el gélido tálamo, antesala de Morfeo.
Te dejo una foto del líquido elemento envolviendo a la monstera deliciosa, que habita cerca de la ventana de la habitación donde me encuentro. Si quieres más clickea AQUÍ. Finalmente, te cuento el chiste que me relataron en la pubertad: “¿Cómo se dice lluvia en alemán? Gotascaen”. Buen domingo.