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Fuente de la imagen: Erik_Lucatero en pixabay
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Acabo de salir de Facebook. Entre los mensajes, me he encontrado uno de un cliente proponiéndome que nos veamos esta mañana. Sabe que a esta hora doy un repaso a todos los foros donde estoy integrado. Por otro lado, utilizo las redes sociales para temas profesionales, por lo que no debo sorprenderme de la iniciativa. Pero esa situación me ha hecho pensar que algunos de mis contactos pueden que lo sean en el ámbito personal, no profesional, por lo que, aunque en el perfil se explicitan claramente mis intenciones, debo tener presente los intereses de uso de Internet del resto de mi red. Por ejemplo, si tengo otro medio de comunicarme con un colaborador, debo hacerlo siempre dentro de las horas de trabajo lógicas. Las redes sociales y los iphones y blackberry permiten estar conectados todo el santo día y presuntamente disponibles para la acción. Pero ¿Qué acción: personal, profesional…?
El caso es que la tecnología actual erosiona la línea entre nuestros roles profesionales y personales. ¿Cuándo estoy disponible para el trabajo y cuándo para otros temas? El caso es que no todos logramos ese necesario equilibrio entre lo profesional y lo personal. Leí en algún sitio, desgraciadamente no recuerdo la fuente, que salvo excepciones, estar disponible para el trabajo las veinticuatro horas tiene más desventajas que oportunidades. Por la misma regla de tres ¿debo impedir al colaborador que entre en Facebook o Twitter en horas de trabajo? Depende. Si el sitio es ineludible para la actividad que realiza, evidentemente no. Si no es necesario, tal vez sí. Digo “tal vez”, porque para la decisión debo valorar otros aspectos relacionales y emocionales (composición de imagenes-gratis.com). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Erik_Lucatero en pixabay.