domingo, 22 de julio de 2007

Los peligros de la obediencia

Adolf Eichmann, juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania, era un hombre completamente normal e, incluso, aburrido y que no tenía nada en contra de los judíos, pero fue un activo participe del Holocausto. ¿Podría ser que él y el millón de cómplices únicamente siguiesen órdenes? Milgram lo explicaba de la siguiente forma: “Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio”. (Stanley Milgram, "Los peligros de la obediencia", 1974. Fuente de la imagen: Wikimedia Commons).