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Horas y horas, en la era, después de una larga jornada de trilla, me explicaba como debía mantener el equilibrio, lanzándome una y otra vez desde un pequeño promontorio, en los aledaños del círculo de piedras. Empezaba a pedalear, me caía y ¡una vez más! Me enfadaba con Antonio porque pensaba que lo que quería es verme en el suelo. Mi conflicto se encontraba en que me tenía que enfrentar yo solo, hacerlo solo. Antonio me apoyaba pero el que se caía no era él. Quizás, debería haber entendido antes la ley de la gravedad. El caso es que ahora, partes del recuerdo las percibo dolorosas, por los porrazos, y hasta un poco frustrante; sin embargo, todo en su conjunto es una evocación simpática y adorable.
Ansío el momento de enseñar a mi retoño a montar en bicicleta. Espero hacerlo igual de paciente, pedagógico y didáctico que mi amigo Antonio lo hizo conmigo. Ese tipo de experiencias me iban trasladando el mensaje de las dificultades que día a día hay que vencer para, posteriormente, disfrutar de la libertad de pasear por el barriada de la Vida, montado en la bicicleta de tu Ser, ayudándote de tu cuerpo y, sobre todo, de tu cerebro y de tu corazón, o, mejor, de los dictados de tu alma. Buenos días y buena semana (Formato de texto e imagen incorporado con posterioridad. Fuente de la imagen: sxc.hu). Fuente de la imagen: archivo propio.