Fuete de la imagen: rvs |
Reconozco que desde mi nacimiento me encuentro inmerso en el complejo y contradictorio mundo de la cristiandad, aunque desde que leí libros del tipo El Viaje de Teo, El mundo de Sofía, Los Dioses del Nuevo Milenio, El evangelio de Judas, etc. y otros de filosofía, historia de civilizaciones y de religiones, también podría ser árabe o judío, por no hablar de budista. El tiempo me ha hecho un poco menos inculto, aunque más desventurado, espiritualmente hablando, al detectar tanta confusión, crueldad y manipulación en el concepto “religión”. Pero ayer fue de esos días de convivencia especiales, más especiales aún. Junto a mi querubín, estuvimos instalando el portal de belén. Subimos del garaje una mesa vieja, de un metro cuadrado aproximadamente. Le colocamos unas tablas de una estantería de la difunta abuela Josefa que, inexplicablemente, medían exactamente igual que la mesa. Luego, papel vegetal y papel de aluminio, simulando un río.
Encima asentamos hojas amarillentas de la vieja higuera, que estaba aquí cuando llegamos y que me recuerda los grandes árboles de la casa dónde nací. Seguidamente, arrancamos de la parcela trozos de musgo que, con las recientes lluvias, estaba precioso. Lo colocamos encima de las hojas, intercalando piedras de distintos tamaños, incluyendo las chinas blancas, diseminadas por el jardín en el eterno lanzamiento de pedruscos a Thais (M. Velasco, 2006)[1]. Para los árboles, cortamos los copos secos de una planta grasa que no sé como se llama pero que simulan a la perfección olivos, pinos o avellanos. También utilizamos trozos de la esparraguera y de otros arbustos. El establo lo construimos con el descanso inclinado, en forma de triángulo, de dos bordillos que se estaban desgajando de la pared de la valla. Un trozo viejo de ladrillo simuló el puente en el río. Llegó el momento de las figuras. Abrimos la caja que nos regaló el año pasado Mariví.
Aparecieron los distintos motivos, desde el misterio del nacimiento hasta los reyes magos, pasando por el típico pastor, la oveja o la casita molino. Incorporamos la vaca, el caballo, el cerdo, el perro, el gato y la tortuga[2]. Finalmente, las viejas pero eficientes luces de navidad. Supongo que un portal como otros muchos y una mañana como otros días, pero para mí el momento no tiene precio. Palabras como “trabajo en equipo, papi”, “muy bien, papi”, un aplauso, papi” resonarán por siempre en mis oídos emocionales. Curioso, se empeñó en quitar el gato y el perro. Luego se dedicó a colgar las bolas, campanas y resto de adornos en las manillas de las puertas de los muebles. Mientras escribo este post, miro la entrada de la habitación y veo un porrón de esferitas colgando del pomo. Por un instante egoísta, me olvido de todas las tristes noticias del Líbano, Irak, Afganistán, África, Asia… y pienso ¡Soy Feliz!
______________________
[1] Velasco-Carretero, Manuel (2006). La inteligencia del pastor alemán. Sitio visitado el 09/12/2006.
[2] Adquiridos hace tiempo en Imaginariun, marca Schleich (Germany) y Made in China ¡Qué diversidad de culturas y de duro trabajo de otras personas!