domingo, 22 de octubre de 2023

El suave regusto me retornó a las laderas de la niñez

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
Mientras explicaba Antonio la configuración del valle donde se asienta la bodega del vino que me ofreció degustar, Pago de Carraovejas, de la institución vitivinícola del mismo nombre[1], me acordé de las suaves laderas de hierba donde pacían las ovejas que de niño vigilaba a modo de aspirante a pastor (más bien los animales me cuidaban). A veces, me montaba en ellas aferrándome a su suave e inolora lana, cual jinete agarrado a la clin de un supuesto caballo. Igualmente, me quedaba, ensimismado, horas y horas mirando los ovinos y corderos, sus grandes ojos y su paz interior.

En cuanto al vino que invitó el amigo, a base de Tempranillo y diría que con un toque de otras variedades (tal vez merlot). El típico color cereza púrpura en vista, para mí, complicados aromas a frutas negras y toque de roble, se configura pujante y armonioso en el sabor, con un suave regusto, que me hizo retornar a esas laderas de la niñez. Lo maridamos con un conejo al salmorejo que preparó la tinerfeña Yaiza y que estaba de rechupete. Parte de este texto también se ha editado en el sitio vinopost, bajo el título "Pago de Carraovejas". Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Bodega Pago de Carraovejas. Peñafiel, Valladolid, España.