martes, 5 de diciembre de 2006

No confundir el tocino con la velocidad

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
Me dice Jesús que estoy confundido, como Dinio, ya que me contradigo en los post La e-factura y El Definitivo Gran Hermano (M. Velasco, 2006). En primer lugar, gracias por la visita y por tu crítica. Queda claro que, una vez más, me he expresado mal. Me explico. En la primera nota defiendo la necesidad de que la empresa utilice las soluciones telemáticas para reducir costes. 

En Gran Hermano me preocupo porque, sin consentimiento, se traspase la intimidad de las personas, sea, por ejemplo, con una cámara digital, trastear en el ordenador privado o una transferencia furtiva de datos. Precisamente, no estoy en absoluto de acuerdo con la nueva regulación federal en EEUU, que obliga a las empresas a controlar y supervisar el contenido de todos los e-mails[1]

Coincido con la legislación europea, en el sentido de que la intromisión del empresario en las comunicaciones de sus empleados sólo puede darse con las debidas garantías y en supuestos extraordinarios. Cuando la empresa da un correo electrónico y un ordenador al trabajador, le está asignando un espacio privado en el que la dirección ejecutiva no puede inmiscuirse de cualquier manera[2].
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[1] Mensajes instantáneos y otros documentos electrónicos generados por los empleados. Leído en la nombrada página 32 de la edición del sábado de elEconomista.
[2] Bueno, Jesús (y a tod@s), deseo haberme expresado un poco mejor. Saludos cordiales (Fuente de la imagen: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.