Leo en varios medios que el “pero de Ronda” se encuentra entre los 901 alimentos en peligro de extinción (fuente: Fundación Slow Food), lo que me ha recordado mi infancia y la “pechá” de peros que por el otoño (mes de octubre), he recolectado en el regadío de mis padres, dentro de la denominación “huertas de Ronda”, que se extendía a lo largo de la Depresión de Ronda, con los ríos Guadalcobacín y Guadalevín, afluente del Guadiaro. También me he “hinchado” de catarlos, recibiendo más de un mamporro en algunos casos, debido a que hincaba el diente a piezas ya colocadas en las cajas, para venderlas en la plaza de abastos.
Son frutos que aguantan cinco o seis meses y se almacenaban en lugares de la casa adecuados para ello, como debajo del sitio donde dormía, cerca del granero. Todavía recuerdo su fresco sabor, cuando una noche de frío invierno, me levanté a tientas, cogí un pero y me lo comí. ¡uauh! ¡Qué bueno estaba! Es un fruto de forma convexa-coniforme. Su color es verdoso, con estructuras pequeñas y circulares blanquecinas. Tiene un diámetro máximo de 70-75 mm, con un peso medio de 175-195 gramos. La textura no es ni gruesa ni fina y su firmeza ni tierna ni dura. El sabor tira un poco a ácido (foto, fuente: Slow Food).