jueves, 24 de abril de 2025

El Alma Viajera de un Territorio

Fuente del esquema: mvc archivo propio
En el marco docente de impartición del tema 5 del programa de la asignatura Derecho Administrativo Turístico (DAT), del Grado en Turismo de la Facultad de Turismo de la UMA, le trasladaba al atento alumnado que los elementos que configuran la identidad singular de un lugar que da pie a su visita, sus recursos turísticos, palpitan con una fuerza que va más allá de la mera atracción sensorial, configurándose como la esencia misma que invita a exploradoras y exploradores a sumergirse en la particularidad de un destino, dejando una huella, sí, pero, también, recibiendo una impronta cultural y vivencial única. Tal como lo concibe la legislación turística vasca, un recurso turístico es ese bien, tangible o intangible, capaz de despertar el deseo de viajar y de generar un consumo que, idealmente, debería ser consciente. Desde la majestuosidad de una cordillera hasta la cadencia de una danza tradicional, pasando por el sabor ancestral de una receta, estos recursos son puentes que conectan a quienes visitan con el alma de quienes habitan el territorio. Y es que la verdadera riqueza de estos elementos reside en su capacidad de tejer lazos entre las personas viajeras y la comunidad local, ofreciendo experiencias que trascienden la postal y se adentran en la autenticidad de las costumbres y el patrimonio. Sin embargo, esta conexión profunda solo puede florecer en un terreno abonado por la sensibilidad ambiental. En un presente marcado por la urgencia climática y la amenaza de la sobreexplotación, el impulso turístico no puede permitirse ignorar las directrices de la conservación. Cada paso, cada actividad, cada proyecto debe ser concebido y ejecutado con un respeto intrínseco hacia la naturaleza que nos acoge y hacia las comunidades que dan vida a estos lugares.

Esta responsabilidad, tal como señala el legislador, no es exclusiva de quienes operan en el sector turístico; también recae en la Administración Pública, que tiene el deber de cultivar un uso juicioso de los recursos, implementando medidas que aseguren su continuidad para quienes vengan después. Promover un turismo que se sostenga en el tiempo, que equilibre la vitalidad económica del sector con el cuidado de los entornos naturales y culturales, se torna una necesidad ineludible. Por tanto, el fomento de los recursos turísticos implica una acción holística y reflexiva, requiriendo la implementación de programas que revitalicen destinos y ofreciendo diagnósticos certeros y acciones concretas de mejora. Demanda el impulso de una oferta turística donde la sostenibilidad y el respeto por el legado cultural sean los cimientos básicos. Reconocer la singularidad de ciertos recursos a través de declaraciones de interés turístico contribuye a atraer a un público que valora las experiencias genuinas, aquellas que se entrelazan con el entorno de manera respetuosa. En este entramado, la gestión y la promoción responsable de los recursos turísticos constituyen el pilar para un desarrollo sectorial que perdure. Impulsar estos elementos genera beneficios económicos diversos, asegurando la transmisión de nuestro patrimonio natural y cultural a las generaciones futuras, al tiempo que se construye un equilibrio que enriquece tanto a quienes nos visitan como a quienes habitamos estos territorios. En este contexto, la conciencia ambiental y la comprensión profunda de lo que constituye un recurso turístico emergen como aspectos esenciales para que el turismo sea, en su esencia, una fuerza positiva para la sociedad y el planeta que compartimos.