Manuel Velasco Carretero (izq.) junto al periodista Antonio San José en la tertulia de "Las Mañanas de Cuatro". Imagen incorporada con posterioridad |
Decía Vallejo-Nájera[1], que a los españoles nos inculcan desde la niñez el pánico a hacer el ridículo y nos resulta difícil liberarnos de este complejo. Un cúmulo de situaciones favorecieron que desde pequeño tuviera dificultades en la expresión, sobre todo cuando había terceros. Poco a poco, con la ayuda de los amigos, algún que otro profesor en el instituto (gracias por su paciencia) y mi instintiva cabezonería por para superar ese contexto personal, posibilitaron que pudiera encadenar varias frases completas, sin entrecortarme encasquillarme. Ya en la facultad le tenía cogido el truquillo y cuando aventuraba alguna palabra que se me iba a encajar, procuraba dar un circunloquio que, en muchos casos, terminaba en fracaso rotundo. Decía mi profesor de químicas del instituto, que le apodábamos Falconeti: "Manolo, me sorprendes, lo mismo dices una genialidad que al segundo rebuznas una chorrada" (Ya no estás por aquí; eras buena gente, profesor). En el trabajo, tuve la suerte de convivir desde el principio con personas, primero en el restaurante, luego en el bufete de economistas y abogados. Hablaba poco pero, sin ser consciente de ello, era una esponja escuchando a los demás. Un-día un cliente necesitaba un profesor de economía y empresa y le dije: “Encarna, puedo hacerlo”. Imagino que las circunstancias[2] obligaron a la buena de Encarna a elegirme, no sin antes advertirme el carácter provisional del puesto (precavida la mujer).
Llega el momento en que tengo que iniciar la conferencia y veo entrar a mi querido hermano en la sala. Me embargó una emoción que me trasladó de golpe a esa etapa en la que difícilmente podía articular palabra en público. Puede que la mayoría de los asistentes no detectaran mi calvario interior (un advenedizo, me llamarían), pero los que me conocen me preguntaron después ¿Qué te ha pasado Manolo? En cuestión de segundos tuve que sobreponerme de ese pescozón que te da de vez en cuando el destino. Ver a mi querido hermano mayor allí fue la gota que colmó mi vaso de emociones, humedeció mis ojos, oprimió mi garganta y resquebrajó mi firmeza y tenacidad con evocaciones del pasado. Para Lina Sotis, el lenguaje es la primera cosa a través de la que se puede adivinar con bastante seguridad cómo es una persona. Hablar bien en público puede garantizar buenas notas en la escuela, abrirse paso en la vida, buenos puestos de trabajo, ocupar lugares honoríficos y, en síntesis, una condición necesaria en la escalera del triunfo continuo. Coincido con Gregorio García Maestro, en que la técnica más importante para hablar en público es ser uno mismo y no imitar o intentar ser otro. También, escuchar con atención es necesario y, por supuesto, ponerse en el lugar del otro, tener un pequeño guion mental y estar sereno. Saludos.
Manuel Velasco Carretero (de espaldas) junto al periodista Antonio San José en la tertulia de "Las Mañanas de Cuatro", dirigida por Concha García Campoy (drcha.). Imagen incorporada con posterioridad |
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[2] Cercanía del inicio del curso, que le habían fallado ya dos aspirantes...