martes, 3 de junio de 2025

Docencia VS Paper: El Reto

Fuente de la imagen: Fluido Silencio de Confianza: Examen como Encuentro (M. Velasco, 2025)
Tras décadas de experiencia en el sector privado, mi reciente incursión como docente interino durante varios cursos en la universidad pública me ha permitido observar, desde una perspectiva privilegiada, una dicotomía preocupante en el ecosistema académico. Si bien he tenido el honor de compartir claustro con mentes brillantes, auténticos maestros cuya sabiduría y vocación trascienden cualquier expectativa, también he percibido una deriva que, me temo, desvirtúa el propósito fundamental de la educación superior: la docencia centrada en el alumnado. La universidad pública, ese contrafuerte de la sociedad española llamado a formar a las futuras generaciones, parece, en ciertos segmentos, haberse transformado en un campo de batalla para la carrera académica. Observo con inquietud a docentes jóvenes –y no tan jóvenes– inmersos en una espiral que va del grado al máster, del máster al doctorado, y de ahí a una docencia inicial que se percibe más como un escalón que como una vocación. Su prioridad parece ser la publicación de papers, la asistencia a congresos, la acumulación de méritos que los acerquen a los codiciados hitos de la carrera universitaria: ayudante doctor, profesor contratado, y, en la cima, la ansiada cátedra y luego más y más. Esta obsesión por la investigación y la publicación, aunque intrínsecamente valiosa para el avance del conocimiento, se torna problemática cuando eclipsa la esencia de la docencia. El afán por el "paper" (en ocasiones, más por la cantidad que por la calidad o el impacto real en la sociedad) se convierte en el motor principal, relegando al alumnado a un segundo plano. La preparación de clases, la atención personalizada, la tutorización y el desarrollo de metodologías pedagógicas innovadoras pueden verse comprometidas por la presión de la producción científica. El estudiantado, lejos de ser el centro del proceso educativo, corre el riesgo de convertirse en mero receptor pasivo o, incluso, en un medio para asegurar la continuidad contractual del docente. 

Lamentablemente, esta es una dinámica que, en mi experiencia, parece acentuarse en la universidad pública. ¿La razón? El sistema de promoción académica. Los criterios de acreditación y los baremos de plazas priorizan abrumadoramente la investigación y las publicaciones indexadas. La calidad docente, la capacidad de inspirar, de conectar con los alumnos y alumnas, de transformar vidas, a menudo queda en un segundo plano, o es difícilmente cuantificable en un CV. Se promociona al que "publica más", no necesariamente al que "enseña mejor". En contraste, la universidad privada, en su mayoría, opera bajo una lógica diferente. Aquí, el alumnado es, explícitamente, un cliente. Y como en cualquier sector donde el cliente paga, la institución se ve obligada a centrar sus esfuerzos en la satisfacción del estudiante. La calidad de la docencia, la atención individualizada, la empleabilidad de sus egresados y la experiencia global del campus se convierten en factores críticos de éxito. Esto genera una presión positiva para que el docente priorice la excelencia en el aula, la cercanía con el alumno y la relevancia de los contenidos para su futuro profesional. No es una cuestión de idealismo, sino de pura supervivencia y competitividad. Por todo lo anterior, pienso que la universidad pública se enfrenta a un dilema existencial. Es el motor de la investigación y la producción de conocimiento, una labor irrenunciable. Sin embargo, no puede permitirse el lujo de olvidar su función primordial de formar a las futuras generaciones. La actual estructura de incentivos y promoción genera una tensión disfuncional entre la investigación (cuantificable y premiada) y la docencia (a menudo subvalorada en los baremos). Esto afecta a la calidad de la enseñanza, pero, indudablemente, desmotiva a aquellos docentes con una verdadera vocación pedagógica, que se sienten penalizados por dedicar tiempo y esfuerzo a su alumnado en lugar de a "generar" papers. 

Urge, por tanto, una reevaluación profunda de los criterios de acreditación y promoción del profesorado en la universidad pública española. Propondría lo siguiente. - reequilibrio de baremos, aumentando significativamente el peso de la calidad docente en los procesos de acreditación y acceso a plazas, que podría medirse a través de evaluaciones serias al alumnado (con encuestas bien diseñadas y anonimizadas), metodologías de enseñanza innovadoras (con premios, reconocimientos y espacios para compartirlas), materiales didácticos de calidad (compendios, casos prácticos, simulaciones), tasas de éxito y empleabilidad del alumnado, tutorización efectiva y personalizada, formación pedagógica obligatoria y continua, estableciendo programas robustos de formación pedagógica para todo el profesorado, especialmente para los nuevos ingresos. La excelencia en la investigación no garantiza la excelencia en la enseñanza; carreras diversificadas, creando vías académicas más flexibles que permitan a los docentes especializarse y ser valorados prioritariamente por su excelencia docente, sin la misma presión por la investigación. También, no debe faltar “objetivos” reconocimientos y “justos” premios a la docencia, estableciendo sistemas de reconocimiento y premios internos que valoren públicamente a los docentes que sobresalen en su labor pedagógica, creando referentes y motivando la mejora continua e incentivos para la transversalidad, fomentando la conexión entre la investigación y la docencia de manera que la investigación alimente directamente la calidad de las clases, y no al revés. Finalmente, la universidad pública es un bien irrenunciable, pero para que siga siendo el motor de progreso y la cuna de futuros líderes, debe recordar que su verdadero "secreto" de éxito, reside en poner a las personas –profesores y, sobre todo, alumnos– en el centro de su misión (M. Velasco, 2025)[1]. Es hora de sanar la balanza y asegurar que la ambición académica individual no eclipse la vocación colectiva de educar y formar a la sociedad del mañana.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2025). La fortuita revelación del secreto mejor guardado. Sitio visitado el 3/6/2025.