lunes, 23 de enero de 2012

¿Y la tercera pregunta?

Fuente de la imagen: geralt en pixabay
Un gerente se entrevista con un consultor y antes de empezar a exponerle el problema, le pregunta por sus honorarios. El asesor, socio director de la consultoría, sentado delante de un título supuestamente reglado y muchos certificados y diplomas no reglados, que pretenden avalar su amplio conocimiento en todas las materias objeto de consultoría estratégica y de operaciones, después de explicar su súper organización, los procedimientos que tenía implantados, cronometrando hasta el tiempo en el cuarto de baño, el amplísimo abanico de servicios que ofrece y, sobre todo, la misión divina encomendada y los valores sobrehumanos que practica, le responde: - Ciento veinte euros por tres cuestiones - - ¡Uf! - Atisba el ejecutivo. - ¿No es un poco caro? - - Si - Responde el consultor. - Y ¿cual es la tercera cuestión que quiere plantear? -

Ya estoy de nuevo con las pilas cargadas. El fin de semana lo ha posibilitado. Los dos días han servido para relajarse y convivir con dos grupos de amistades. En ambas convivencias, uno de los temas de conversación ha sido sobre las graves consecuencias de los malos consejos de esos supuestos expertos asesores de todo tipo, que pululan en torno a la empresa o institución. En esa selva de despropósitos, disparates y contrasentidos, la mayoría de estos advenedizos y temporeros jamás reconocerán las meteduras de patas y los desastres que ocasionan. Al contrario, te harán saber por activa y por pasiva que ellos nunca se equivocan y siempre se encuentran en posesión de la Verdad absoluta. Son los otros los que malinterpretan sus “sabios consejos”. Hasta que el gerente, socio, colaborador o directivo damnificado se da cuenta de la cara dura, pueden pasar meses o, como decía un contertulio, años.

Al principio, no se cuestionan sus pareceres o dictámenes, aunque éstos sean misteriosamente iguales o similares a los que tiempo atrás, fueron propuestos por terceras personas que estaban o pasaban por allí. Paralelamente, despliegan su tela de araña de malas artes para coger al cliente por dónde sea, de forma que puedan perpetuar su relación ¿profesional? No. Mafiosa, tal vez. Claro. Cuando una empresa ha tenido una experiencia de este tipo, genera un campo de desconfianza hacia todo lo que suene a consultor, asesor o gestor, pensando que todos los que se dedican a la consultoría son de la misma calaña. Por eso es muy importante el decente saber hacer profesional que despliegas y tu ética de actuación y moralidad, no solo con los clientes, sino también con los colaboradores, socios, amistades y familiares. Igualmente, debes ejercitar una práctica similar con tu cada vez más importante red de contactos profesionales virtuales. Que esta semana te sea beneficiosa en lo laboral, profesional, empresarial o institucional, según te interese (fuente de la imagen: stock.xchng). Imagen incorporada posteriormente; fuente: geralt en pixabay.